Desnudez

Con frecuencia vemos en una pieza de arte, en la televisión, en el cine, en nuestra intimidad, en un correo o en “x” lugares imágenes de desnudos (eróticas, artísticas, pornográficas.. no voy a polemizar alrededor de esto).
Y entonces de frente a estas imágenes uno mira la postura que toma cada persona con respecto a esta imagen: desaprobación, agrado, excitación, etc. Evidentemente esta postura tiene que ver con gustos, contexto, tipo de imagen, escala de valores, y demás.
Curiosamente la desnudez física es algo “socialmente aceptado”, con frecuencia practicado, e incluso aprovechado a favor de objetivos de ventas.

Cuando se trata de la desnudez propia, las cosas cambian y se vuelve también algo personal. Habrá quienes con sus manos cubran un poco a causa de la timidez, estarán los muy desinhibidos que con total tranquilidad se muestran tal cual son, así como aquellos selectivos que deciden a quién dar este regalo. Los hay dadivosos y no reparan en mostrar lo suyo a quien deseen. En fin.. uno encuentra de todo.

Sin embargo hasta ahora sólo he abordado la cualidad en términos físicos…. Pero ¿qué sucede cuando hemos de desnudar nuestra alma?
Ahí todo cambia, porque en este punto es que realmente nos sentimos quizá avergonzados, tímidos, muy “valientes”, selectivos, o inaccesibles. Es un punto sin retorno, donde uno se expone a ser juzgado y conocido sin reservas. La desnudez del alma viene siendo, creo yo, lo más difícil para muchos de nosotros.

Viendo desde esta perspectiva dejar caer nuestras ropas es algo sencillo, pero…. ¿Qué tan fácil o qué tan dispuestos estamos a revelar ese ser desnudo que habita nuestro cuerpo?
¿Qué habrá detrás de las fachadas nuestras?
¿Sentiremos frío, incomodidad o algo semejante al “pasearnos” tal cual somos, en “pelotas”, ante las miradas de otras almas?