Como estudiante de publicidad me ha tocado leer mucho sobre el poder de los medios masivos y su impacto en la opinión pública. La mejor muestra de que la gente se “cree todo” es el caso de don Orson Welles transmitiendo en radio “War of Worlds”, en USA (de eso hace mucho ya).
Muchos libros, textos y referencias hablan con ahínco de los medios y sus alcances (todas sus bondades de convencimiento y cobertura geográfica).
Otros autores abordan el tema desde un punto de vista ético, en vista de la poderosa herramienta que significa comunicar a gente que “todo se lo cree”.
Octavio Paz en un discurso exponía sobre el origen etimológico de la palabra cultura: como sabemos, los pueblos cultos antiguos se desarrollaron como civilizaciones al lado de ríos (Nilo, Tigris y Eufrates, Ganges, etc), y lo hicieron gracias a la agricultura, que permitió que grupos humanos se quedaran en una zona geográfica para crecer (desarrollarse) en muchos y diferentes niveles.
La agricultura es (en términos muy simplistas) la siembra de semilla, cuido de plantaciones para finalmente recoger una cosecha, o sea, lo que conocemos como cultivo.
Cultura y cultivo comparten la raíz “culto”, es decir que la cultura de una sociedad también se siembra, se cuida y se recogen sus frutos.
Eso si, quedemos claros en una cosa: cultura es un término más amplio que solamente educación (suelen tratarse como sinónimos, cosa que no es cierta). Entendámosla tal vez como el conjunto de actividades humanas en todo nivel: tecnología, lenguaje, artes, conocimientos, formas de alimentación, ideologías, etc.
Los medios de comunicación masivos pueden ser vistos como semillas (y también como fruto en otros casos), la semilla que se planta en la mente de cada espectador, de cada persona que resulta expuesta a los mensajes diseñados por comunicadores masivos (si, por encargo de otros).
Ciertamente hay mucha tela que cortar aún, de la misma forma en que mucha tela ha sido cortada ya.
En la actualidad hemos olvidado la importancia del fondo, y nos detenemos más en la forma: poco cerebro, mucha silicona; palabras soeces, y pectoral abultado; “güilas” bailando y concursos risibles. Noticiarios con “notas” dignas de vergüenza nacional, comentaristas deportivos, presentadores musicales, animadores que no saben ni hablar español, y menos el inglés que a veces pretenden utilizar. “Farándulas” nacionales que causan vómito y “farándula” internacional de cuyas acciones me intereso tanto como la cantidad de flatulencias que padece el Sr. Bush.
Cuando no es tv, toca sentarse a llorar con los “djs” de las radios nacionales, hablando cuanta tarugada les pasó por la “mente” ese día, preguntando al aire si la mujer que les habla está “rica”, o bien dictando como eminencias las “tácticas” más efectivas para ligar. Los medios impresos tampoco escapan de este ridículo.
Cada día que pasa significan minutos menos que dedico al televisor, y es absolutamente razonable: no hay nada bueno ahí. Lo mismo sucede con radio e impresos.
Claro está que el cambio no radica sólo en la queja, o en pegar el grito al cielo. Pero, ¿por dónde empezar?
¿Por cada uno de los millones de habitantes costarricenses? ¿Pedirles un boicot contra los programas y televisoras de mierda? Difícil.
¿Por las televisoras, radios, y demás medios entonces? Lo dudo, están interesadas en rating, no en impacto social positivo (de la boca para afuera si, pero del dicho al hecho…)
¿Empezar por el gobierno y la legislación entonces? Sería interesante meditarlo, sin embargo nace otra inquietud: ¿es realmente atractivo para los poderosos un pueblo menos manso y menso? ¿Servirá para los intereses de pocos que el tico promedio mejore en muchos aspectos?
Pensaba en todo esto al tiempo que miraba una película, el personaje principal decía algo como: “es necesario que la televisión (aplíquese para los medios en general) deje de ser un simple aparatito de diversión y asuma un rol constructivo en aras de lograr mejores sociedades, porque sino seguirá siendo una caja hueca con cables y llena de luz.
Buenas noches y buena suerte”. (Good night, good luck – George Clooney)
Es bueno, de paso, pensar que la luz que emite un televisor podría iluminar a muchos, y distar de su rol actual: atontar. Revisemos las semillas que están plantando en nosotros, seamos más estrictos con lo que queremos cultivar mañana o luego no nos quejemos por la existencia de más “mala hierba”.